En la escuela nos ceban con el “pienso” de lo mental ( desarrollo
lógico-matemático, lingüístico, conceptual ),
y en las casas nos rematan con lo
visual ( pantallas en todas las
habitaciones ),sin embargo la dimensión manual brilla por su ausencia,
y en un
lugar como la granja escuela esto se pone de manifiesto en cuanto los chavales
intentan relacionarse con una herramienta o intervienen en cualquier actividad
que requiera de su destreza y/o habilidad físico-mental.
La escuela está llena
de sillas que es una manera muy eficaz de tenernos amordazados dentro del aula.
¿Por qué nos sentamos cuando entramos en el aula?, pues está bastante claro,
nos sentamos porque hay sillas, que por cierto ocupan casi todo el espacio que
hay en la sala, a excepción de los estrechos pasillos que hay entre las sillas y
la zona del religioso encerado donde las ya obsoletas tizas intentaron sacudir
nuestra joven memoria a golpe de humaredas polvorientas de dibujos y palabras.
Las mesas son los muebles que mas
espacio ocupan dentro del aula. A medida que nos fuimos dando cuenta de que
podíamos ahorrar espacio con las sillas con brazo de pupitre fueron aumentando
el número de alumnos por aula. ¿Qué serían las escuelas sin pupitres? , y ¿qué serían las aulas sin sillas?. ESPACIOS VACIOS , espacios vacíos con niños
de pie en movimiento, y esta situación podría generar varios riesgos ,
situaciones verdaderamente peligrosas , ¿por qué los niños de pie en
movimiento son un peligro?. Yo diría que si un niño tiene ganas de morder a un
profesor le resultará mas fácil si está en movimiento, al menos se puede
reconocer que los niños sentados son menos peligrosos que en movimiento. Pero ¿de qué sirve estar sentado si uno no está cansado?, pues muy fácil, sirve para
escuchar, y entonces la primera conclusión a la que llegamos – en relación con
el primer párrafo del texto- es que los
niños en las escuelas son escuchantes , seres pasivos mas parecidos a las
estatuas por estar estáticos, y los maestros serían los altavoces de los libros
de manera que la acción educativa se reduce a una conferencia tras otra, día
tras día. El sentido de estas palabras no es ni mucho menos echar por tierra el
valor didáctico y humano de las conferencias sino el de señalar la total
ausencia de actividades manuales dentro del aula (exceptuando sacar punta a un
lapicero, borrar con la goma , y alguna que otra necesidad básica del escolar
de primaria como dibujar con el compás o tirar una línea con una regla) . Usar
herramientas con las manos nos obliga a estar alertas por el peligro que
conlleva su manipulación, despierta la atención a niveles diferentes que la
atención que alcanzamos con el ejercicio de la pura abstracción. Estar en
situaciones de riesgo exige de nuestras personas un esfuerzo relacionado con el
control, la coordinación, la confianza, la improvisación, y desarrolla
habilidades como la astucia y la pericia. Nos convierte en responsables de
situaciones concretas donde cada paso que demos es fruto de nuestras
decisiones, y esto requiere estar valorando
sobre la marcha cada instante como algo único y decisivo. El cuerpo humano está
diseñado para la locomoción, los pies para caminar, las manos para manipular. Los
niños están en plena fase de desarrollo, necesitan moverse, revolcarse, subirse
a los árboles, desafiar la “gravedad”, jugar, correr, esconderse, encontrase,
desaparecer, intentar tocar las nubes con la punta de los dedos, y en las
escuelas básicamente están sentados todo el tiempo. Si no caminamos, si no nos
movemos, si no utilizamos las manos para desarrollar actividades manuales, el
cuerpo se debilita y en un cuerpo débil solo caben pensamientos débiles, y así,
nos volvemos inútiles para la vida, torpes y enfermos. De las carencias
emocionales con las que llegan los niños a las escuelas hablaremos otro día.